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miércoles, 11 de marzo de 2015

Networking en zapatillas


Correr se ha convertido en todo un fenómeno social. Eso no lo puede dudar nadie. Y, además de los beneficios físicos que conlleva (siempre que no nos pasemos y practiquemos este deporte con sentido común), aporta otros aspectos positivos.

Todos los que han empezado a correr en grupo, en algún colectivo, club o simplemente en el grupo de corredores del gimnasio del barrio (como fue mi caso), se sentirán identificados con lo que cuento en este artículo.


Y es que el hombre es un animal social. Y en nuestro ADN está bien impregnado nuestro carácter sociable. Por lo general, nos gusta hablar, conocer gente y compartir experiencias. Algo que también hacemos, cómo no, cuando nos juntamos a correr con otros. Antes, durante y, sobre todo, después de entrenar o participar en una carrera.

Cuando empecé a correr no conocía a ninguna de las personas con las que salía a gastar zapatilla en el parque que hay junto al gimnasio. Quizá había visto por la sala de musculación a cinco o seis de ellos y había cruzado algunas palabras de cortesía con dos o tres. Pero cuando salimos a correr con el entrenador guiando nuestros progresos, las conversaciones surgieron, las risas y los comentarios aumentaron y un mes después (salíamos dos días por semana a entrenar) ya tenía varios amigos en el grupo. Y todo se sentía muy sano, tanto en el aspecto físico como en el social.

Los primeros días nos despedíamos tras la ducha hasta el próximo encuentro. Pero algún día uno propuso que nos tomásemos una caña en el bar que hay junto al gimnasio, porque nos lo habíamos ganado. Algo que se convirtió en costumbre.

Y, aunque buena parte de las conversaciones estaban dominadas por los temas que más nos preocupan a los corredores (zapatillas, lesiones, ritmos, marcas, carreras, etc.) también surgían asuntos ajenos al deporte. Poco a poco iba conociendo mejor a mis compañeros, su profesión, algo de su vida personal. Retazos de sus vidas.

El verdadero shock llega el día que alguien propone que nos veamos fuera del entorno donde nos conocimos. Que hagamos una cena y salgamos a tomar algo. Y ese día te encuentras por primera vez a tus compañeros corredores vestidos de personas "normales", ya no van de corto. Al principio casi te cuesta reconocerles. Pero ahí viene uno en traje, porque viene directamente de la oficina. El otro con su camiseta de Iron Maiden y el pelo suelto (vaya, entonces sí que era un poco heavy). En general, todos nos sorprendemos y lo comentamos: "Qué raro se nos hace vernos vestidos así, sin mallas ni zapatillas".


Diferentes pero iguales

Pero lo más importante. Nos damos cuenta de que cuando corremos en realidad somos todos muy parecidos, casi no hay diferencias. Vestimos todos igual, sufrimos igual, sudamos igual (unos más que otros) y nos ayudamos unos a otros, sin importar de dónde viene cada uno o a qué se dedica en su vida fuera del entrenamiento.

Por suerte, eso se suele trasladar a los momentos en los que nos vemos en vaqueros, camisa y o traje. Es cuando realmente eres consciente de que el que sigue tu ritmo en las series es director de un banco; la mujer que corre maratones como si fueran millas es responsable de marketing de una empresa; el heavy al que no le gusta hacer ejercicios de fuerza ha montado su propia empresa para crear una aplicación para móviles y le va genial el negocio. Y lo mismo ocurre con los demás: un pastelero, una ingeniera de telecomunicaciones, un comercial, un repartidor.

Es inevitable que con el paso del tiempo y cuando aumentan la confianza y la amistad, surjan otro tipo de relaciones más allá de las deportivas. El melenas (como llamamos al emprendedor de la coleta) necesitaba hacer tarjetas de visita nuevas, así que pidió presupuesto al chico que siempre lleva zapatillas minimalistas, y que trabaja en una imprenta. La ingeniera tenía que comprar una tarta para un cumpleaños, así que se pasó por la pastelería del veterano del grupo. Y yo, que necesitaba que alguien diseñara mi nueva web, le pedí presupuesto al más joven, ese que nos funde en las series, que es también un crack en Internet y las nuevas tecnologías.

Para mí esta es la mejor red de contactos que existe. Uno de los ejercicios más efectivos de networking que conozco. Tenemos profesiones muy dispares, el rango de edad del grupo va de 22 a 68 años. Venimos de lugares muy diferentes. Pero cuando nos juntamos a correr, somos todos iguales. Quizá eso influya a la hora de hacer que nuestro vínculo más allá de las carreras y los kilómetros sea más fuerte. Y eso se nota en las relaciones laborales, profesionales y sociales que luego iniciamos. Sí, sociales. Porque se hacen muchos amigos. Y muchos contactos.

Por Mario Trota - 11/03/2015


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